lunes, 22 de septiembre de 2008

LEIDO EN LA CANICULA (2)


POR TIERRAS DE PORTUGAL Y DE ESPAÑA (Miguel de Unamuno)

He leído este mi primer volumen completo de Unamuno (que tanto marcó la adolescencia de mi madre -especialmente EL SENTIMIENTO TRAGICO DE LA VIDA- y cuya presencia en las estanterías acompañó mi infancia -la obra que acabo de mencionar, más NIEBLA, ABEL SANCHEZ, VIDA DE DON QUIJOTE Y SANCHO...- sin decidirme nunca, tal vez precisamente por la insistencia materna -que por entonces sólo me inspiraba desconfianza y agobio-, a la inmersión en aquellas páginas australes) con el corazón a caballo entre mis recuerdos del vecino país y las reseñas magdalenienses de escritura y paisaje (por cierto, ninguna de don Miguel hasta el momento).

Ha sido un descubrimiento gratísimo de alguien a quien hasta ahora sólo me había aproximado por la oblicua vía de la imagen para pequeña y gran pantalla (NADA MENOS QUE TODO UN HOMBRE, NIEBLA, ABEL SANCHEZ) y por cierto capítulo del VIAJE A LOS CENTROS DE LA TIERRA de Vintila Horia. El zenmeister, tan unamuniano él, me ha prometido ir pasándome a la mayor brevedad sendas entregas del berroqueño rector. La primera mitad del libro supone otra vuelta de tuerca en mi acercamiento a Portugal. Desde la ambivalencia unamuniana en cuanto a los sentimientos que le inspiran las tierras allende la raya y transportado por sus atinadas descripciones de la psicología lusa, crece mi anhelo de volver a pisar un suelo tan ajeno a la mala baba carpetovetónica, tan ensimismado en sus mejores tiempos (conjugados, cómo no, en pretérito), en sus morbos religiosos, en sus océanos de lágrimas, en su brumoso nirvana, en su (cada día más sano y pertinente) odio a la prepotencia hispánica.

El resto del libro es más feroz (su vigentísimo retrato de Barcelona y su certera distinción entre el separatismo vasco y el catalán, motivado el primero por el orgullo antisocial -siempre más disculpable por hallarse más apegado a la naturaleza- y el segundo por la vanidad de epatar a los otros -de ahí que el catalanismo, a diferencia del independentismo vasco, tenga siempre en su turbia esencia burguesa algo de fullero, de truquista, contra la innegable voluntad facciosa de los paisanos de don Miguel, desde los partidarios del pretendiente Carlos Mª Isidro a los encapuchados de la última hornada-; o esa constante abominación contra el turismo, contra el maquillaje que desnaturaliza la tez de las muchachitas vascas, contra los tenderos enriquecidos, contra las masas profanando con su odiosa irrelevancia los paisajes sagrados -magnífica la semblanza de cierto santuario navarro con su guardián cerbérico, martillo de turistas, tocayo de Unamuno para más gozo de nuestro autor, y sus criadas fibrosas, lacónicas, ajenas a toda mundanidad, a toda tentación histérica, como hembras de mastín, como walkirias imaginadas por Zuloaga-, contra la filosofía como presunción y no como destino que se vive sin mentarse. Unamuno, en su malhumor, se alza ciclópeo sobre un país que ya entonces agonizaba y del que hoy sólo queda la podre (¿qué diría don Miguel de ZP, de Zerolo, de Rajoy, de los tsunamis de silicona, de las máscaras de botox, de los carnavales de Chueca, de los pajeros que malgastan sus días manoseando una y otra vez la misma subcultura kistch hasta volverla ruido blanco y/o encefalograma plano, de la telebasura, de GH? Seguramente no tendría palabras o las palabras no bastarían para expresar su horror: Unamuno y Una...bomber, tan lejos y tan cerca...).





foto: CASILDA D. MENTE

2 comentarios:

claroscuro dijo...

Pues es cierto que estuve repasando mi escueto Unamuno leído este tiempo atrás, pero no logré encontrar la conjunción texto-imagen que fuese de mi gusto... y ahí quedó. Pero no eran los títulos de los que hablas, me quedé entre el lago de Sanabria de San Manuel... (fotos de 1995 que habría de escanear) y un texto que incluso estuve tanteando para el Luminar (Cómo se hace una novela), pero que no acerté con el enfoque que buscaba. El último intento fue en una estancia primaveral a Salamanca. Bueno, que no lo olvido.
Sirva como apostilla a todo lo que has contado un aforismo que también atribuyen a Baroja, pero que vista la madera de cada uno, yo opto por adjudicárselo a Don Miguel, aquella que otros sin citar fuente han usado, y que más o menos dice que el nacionalismo se cura viajando.

el zurdo dijo...

Depende, será el nacionalismo de cuna, porque yo desde que viajo me siento cada día más portugués, más sueco y más nipón.
Y, por cierto, nadie más viajado en los últimos lustros que los japoneses (su turismo compulsivo ya es arquetípico y estereotípico) y nadie más suyo a la vez.
Y, en otro orden de cosas, los activistas abertzales también se han movido bastante, por imperativo "ilegal" (Latinoamérica, Irlanda, Francia, Bélgica...) y no parece que ello les haya "curado" de nada.
En mi caso, el nacionalismo de cuna se me curó no viajando sino bregando (con intermitencias) durante veinte años con los "nacionales" españoles y comprobando que quienes más clamaban por la identidad de España más le daban la espalda (más allá de la baladronada) en cuestiones de fondo, de las que podrían angustiar, por ejemplo, a Unamuno.