viernes, 9 de octubre de 2009

EMBRIONES 4: 1960


(continuación de la serie iniciada en EL PUNTO Z)

En realidad, esta canción está acabada desde el 79. Pero nunca ha tenido oportunidad de presentarse en público. La ensayé con Charlie al poco de conocernos pero había un problema. Hay un momento en que las subidas de tono (tiene una música bastante compleja y grandilocuente, a lo John Barry en la serie Bond de los 60) me resultaban muy difíciles de alcanzar así que decidimos aparcarla para hacer en duet con alguien de poderosa voz o algo por el estilo. La letra es de las más introspectivas que he parido nunca. Por otra parte, dado que ahora cuento con el arrope vocal de Charlie y Clara (y hay también otras voces dispuestas para el juego cantabile –ahí, the top hat singirl-), tal vez deberíamos recuperarla en algún momento, a ver si al fin nos cuaja.

Sales de la vieja villa en un Aston Martin,
el portero de uniforme te abre el portal.
Subes el cristal: están cayendo algunas gotas.
La estatua de la fachada sonríe al pasar

tú, que atraviesas bulevares y paseos.
La ciudad está desierta, no hay ni un peatón.
La melancolía que da el cielo encapotado
choca con las losas cubiertas de oro vegetal.

Y recuerdas
pasajes de André Maurois:
poetizas
llegando a filosofar.

El volante escucha
tu silente pensar.

Flotas por la Castellana entre sus palacios.
Las paredes, limpias: sólo hiedra y poco más.
Quieres olvidar algún pasado desengaño
(qué habría hecho Anthony Perkins puesto en tu lugar,

dí). Medio aparcas: sientes ganas de cansarte.
Caminas bajo la lluvia sin una dirección.
La trinchera oscura no es capaz de resguardarte
de ese frío interno que hasta tu centro llegará.

Mejor entra
en ese pequeño club:
quizás alguien
juegue con tu juventud.

Pasaréis el tiempo:

te ayudará, verás.





ilustración: THE LEFT HAND

lunes, 5 de octubre de 2009

EMBRIONES 3: MI SILENCIO


(continuación de la serie iniciada en EL PUNTO Z)

Una de las letras que me han dejado más satisfecho en los últimos años como creador es CON PACIENCIA. Desde que la escribí se me han ido ocurriendo esbozos de letras similares que me hubiese gustado reunir en una especie de suite. Al final, las deseché todas frente a la grandeza del original y sólo he conservado estas líneas, que tal vez algún día den lugar a otra bonita canción.

Mi silencio te acaricia por detrás y tú lo sabes.
Soy patoso: apenas hablo por temor a importunarte.
Yo quisiera esculpir lapsos con mis ojos y mi voz
pero el tiempo se diluye como azúcar
en el fondo de un tazón.




ilustración: THE LEFT HAND

sábado, 3 de octubre de 2009

ES TIEMPO DE SOLONDZ


[reseña inexistente sobre una película aún no vista]


«El infierno son los otros.» (antipática frase de la que uno siempre huye y que la vida se empeña en hacer odiosamente recurrente)

«Rotura tras rotura hasta...» (paráfrasis sobre un despropósito célebre)

«No soy bipolar, es que acabo de estrellarme.» (frase garabateada sobre un pupitre: ahí pueden encontrarse, concisas, lapidarias, definitivas, las mejores impresiones sobre el cine de Solondz)

«La mejor entrada que he leído de este menda.» (los cabronazos de siempre)




ilustración: ADRIAN TOMINE

jueves, 1 de octubre de 2009

LEIDO EN LA CANICULA 6


LA CIUDAD Y EL PILAR DE SAL (Gore Vidal)

Libro el más remoto y el más cercano para cerrar esta canícula tardía. Que me atañe hasta la médula y no me atañe en absoluto. La Otra Mitad especular, homoerótica, que tanto obsesiona a Gore Vidal la comprendo, me cabe, me encaja hasta el último ápice, hasta la empuñadura, pero no como la expresa el autor, con ese género ni con esa realidad (y la empuñadura no fálica sino clitoridiana). Bob Ford, en mi caso, no existe salvo como posibilidad y, además, es una mujer, la Mujer. Mujer pero no polo sino espejo (espejo oscuro, radiográfico –radiografía del ánimo, de mis interiores más inaprensibles-). Mujer y efebo (si pienso en aquellos momentos no consumados, tan sólo esbozados, que acabarían pocos años más tarde dando lugar al PARA TI, quizás el vínculo con la arcadia que representa Bob Ford sea más exacto, más literal, sin tornavueltas moebianas). Pero ese efebo (cuyo rostro parecía intercambiarse ante mis ojos con el de Veronique Sanson en la época de su primer álbum -como aquel imberbe condiscípulo de gafas y aire corvino no mucho antes me había hecho fetichista de esa prótesis en tantos futuros rostros femeninos-) fue menos categoría que reflejo, a su manera perversa y polimorfa, inacabada en su dulce indefinición (tan indefinida como esos escasos varones adultos, maternales en su justo punto, cuya atracción puedo reducir a una sola muestra paradigmática, el Burt Lancaster de CONFIDENCIAS arropando a un Helmut Berger malherido), de mi Bob Ford primordial, transexuado, de diosas poco femeninas según los cánones (por su mucho pelear o su mucho cavilar y su nulo tiempo para el maquillaje –salvo que éste supusiese también una lid profundamente premeditada, sin sombra de rutina, mimada a la categoría de Arte-), diosas que serían también Ligeia, y Madame Hydra, para acabar por resumirse en la Lilith de cabellos de Tiempo que conocí tan profundamente antes de tener conocimiento... Jim Willard no encaja en ningún nicho anómalo, en ningún tópico jocoso, es más bien aburrido por su dificultad para el etiquetaje. Su reserva es constante y su peripecia le lleva (en su condición de estatua de sal, rehén de un paraíso pubescente más pleno de fantasías exploratorias y polimorfos frottages que de rutinarias certezas abocadas al consabido y mecánico taladro) a relaciones con algo de frigidez emocional (en su falta de entendimiento con la sarta de circunstanciales otredades), peregrinando pasiva/agresivamente sin final feliz, en pos de una vuelta a ese momento que nunca ha de repetirse. En mi caso, como ese momento nunca existió (ni siquiera como autoengaño a deux) en el plano real, tengo pleno derecho a continuar persiguiéndolo, a equivocarme, a ilusionarme equivocándome. Bob Lilith seguirá, eterna, femenina, antes, después que yo. Espejo de paradojas.




«...Estaba de nuevo junto a un río, consciente por fin de que el objetivo de los ríos es desembocar en el mar. Nada cambia jamás. Pero nada de lo que existe puede volver a ser igual que antes...» (frases pertenecientes al párrafo final del relato)