lunes, 20 de diciembre de 2010

LA LOCURA DE LOS PRIONES: EL ORIGEN

para Carmen



Dibujo ininterrumpidamente desde los tres años hasta bien entrada la adolescencia (esto es, desde 1960 hasta 1973). Durante los primeros cinco años, coches y dinosaurios: de los coches sólo me interesan las carrocerías, cuyas líneas aerodinámicas me provocan en esos inicios de perversión polimorfa total una excitación preludio de la que años más tarde me provocarán las formas femeninas (a este fetichismo he dedicado varias entregas en LINEA DE SOMBRA: coches deportivos, utilitarios y de lujo); en cuanto a los dinosaurios, apunta mi afición a la zoología o, por mejor decir, a la criptozoología, siempre atraído por bestias reales pero profundamente anómalas (peces como el celacanto o el arawana, mamíferos primigenios como el bradipo o el ornitorrinco, anfibios underground como la cecilia lumbricoide o el olm, procordados como el anfioxo...), por criaturas extintas (el dodo, el lobo marsupial, el diplocaulo, el andrewsarchus –mi criatura totémica desde hace más de una década-) o por seres sobre cuya realidad hay fuertes controversias (caso de Nessie, cuya presencia legendaria es el perfecto background para mi novela LA CANCION DEL AMOR –a la que cierto profesor de la Universidad de Aberdeen dedicó una tesis a fines de los 90, inacabada por morir el hombre de derrame cerebral aunque no antes de haberme pedido sesenta ejemplares del libro para repartir entre sus alumnos: historia cierta y gozosamente bizarra que parece una addenda a la propia novela y que se repetiría años más tarde, de manera menos infausta, con la obsesión de Esther Peñas por mi novela MARY ANN, obsesión que permanece inmarchitable hasta la fecha y bajo cuyas pulsiones se entretejió nuestra atípicamente intensa conexión-).

Entre 1969 y 1973, anonadado por los cómics Marvel y por las tiras en FOTOGRAMAS de MODESTY BLAISE, a lo que añadir ecos violentos de la actualidad (mayo del 68, travesuras letales de la familia Manson en el 69, secuestros de aviones por bellas terroristas del FPLP...), dibujo compulsivamente cómics de acción mutante y vivo en una realidad paralela muy cercana (pero en versión pasivo/agresiva) a la narrada en KICKASS. Mi único momento de gloria fue, aparte de la creación de mi daimon Nicolás Sicodelo, el premio fin de curso que conseguí en 3º de bachillerato en la asignatura de dibujo (colegio San José del Parque, junio de 1970) por un mural a rotulador donde planteaba unas variaciones sobre el combate de mis sueños, Capitán América contra Madame Hydra.

Tras un bienio largo dedicado mayormente a descubrir la música pop como entretenimiento y a escribir canciones tan fallidas como abundantes, al entrar en 1975 en Artes y Oficios como preparatorio para un nunca consumado acceso a Bellas Artes así como al iniciar simultáneamente mi singladura en la prensa marginal (acicateada por mis dos primeros trabajos remunerados: una tira cómica que duró varias semanas en GUIA DEL OCIO –entre diciembre del 76 y enero del 77- y medio año como ilustrador de artículos en la revista universitaria PLATAFORMA –primera mitad del 77-), empiezo a darme a conocer como El Zurdo, sujeto que alumbra chistes gráficos (casi siempre con un retrete como icono), pequeños textos que ponen el surrealistómetro a cien (según apreciación de Elena Gabriel, compañera de fatigas contraculturales a la sazón) y performances histriónicas en El Rastro. A partir de 1980, con la elaboración de la portada y contraportada de mi primer libro, TODOS LOS CHICOS Y CHICAS, prácticamente me despido del grafismo para concentrarme de lleno en la escritura y en la música.


A mediados de los 80, profundamente afectado por la lectura de cierto libro de la colección Alianza Forma sobre pintura y escultura fotorrealistas, empiezo a escribir textos fuertemente inspirados en pinturas adscritas a ese estilo, tanto reales como imaginadas y/o soñadas (que mi subconsciente enlaza con los cromos de animales y coches que tanto me conturbaron en mi niñez y con mi querencia de siempre por la ecuación PINTURA HIPERREALISTA = MISTERIUM TREMENDUM encarnada en Magritte y, en menor medida, en Dalí). Tengo la vaga intención de ensamblarlos en un libro pero acabarán por dispersarse como colaboraciones para ABC, como fragmentos insertados en la ya citada novela LA CANCION DEL AMOR (concretamente, los incluidos en las páginas 73/74/77 –las presuntas notas de Joseph Leo Mankiewicz sobre cierta criatura gigantesca-, y el capítulo 17), como material base para el capítulo segundo de la narración inconclusa TEP (publicada en el no menos inconcluso fanzine THE ELDERLY PASSENGER) o como entradas en mis blogs (caso de ésta o –mucho más reciente en su elaboración pero también surgida de imágenes fotorrealistas, entre reales y soñadas- esta otra).

A finales de los 90, al instalarme el Photoshop, siento un impulso de recuperar mi inquietud gráfica a partir del tratamiento de imágenes. En 1999 quedo finalista en un certamen de cómics donostiarra con este trabajo que hace casi un año colgué en LINEA DE SOMBRA y, desde ese momento, voy profundizando en ello como un hobby menor al que acabaré desde 2007 dedicándole series enteras en mis blogs: tanto en EL PUNTO Z como en los actuales THE ZURDMAN ZONE y LUMINAR XXI. El siguiente paso es recuperar la faceta interrumpida en 1980 de ilustrador de un libro mío (en realidad, ya retomada en 2009 con la ilustración de portada de EL ETERNO FEMENINO –imagen que abre la presente entrada-), en este caso codo con codo con dos colaboradoras gráficas, la imaginera Carmen Hierro y la fotógrafa Inma Varandela, procurando en esta obra (ahora mismo lista para presentarse a posibles interesados en su publicación) que aquella inquietud de mediados de los 80 (textos nacidos del útero de una imagen hiperrealista) se funda con la de ahora, de imágenes nacidas para ir más allá de la realidad a partir de su torsión/subversión/iluminación, un libro donde montan tanto las palabras preñadas de imágenes como las imágenes inspiradoras de palabras.




ilustraciones: THE LEFT HAND



miércoles, 1 de diciembre de 2010

AYN RAND, VIAJE SIN RETORNO

PARA ESTHER


Autistas, mutantes, sociópatas, replicantes. Mis prójimos. Las miradas que atraviesan a las masas para sólo detenerse en los escasos sujetos y en los mucho más interesantes objetos y animales y vegetales, entidades netas, íntegras, que no mienten. Las miradas que sólo buscan la excelencia, que saben cómo lo mejor no es enemigo de lo bueno sino su horizonte. Las miradas que no perdonan la fealdad como imperativo categórico. Las miradas monstruosas en su desapego, en su negempatía, bienaventuradas en su monstruosidad porque en una sociedad teratológica sólo aquellos seres calificados por el común de monstruosos son la clave de redención y regeneración. La mirada de Howard Roark y de John Galt, del pirata Ragnar y del playboy Francisco D’Anconia (gemelo espiritual del camarero Martin Venator en su falsa acomodación a la molicie y la decadencia), la mirada de Hannibal Lecter (el Cristo de nuestro tiempo crucificado entre cerdos –como el replicante Roy Batty será Cristo de los tiempos por venir-) tras liberarse de esa angustia tediosa de la que el coronel Kurtz sólo logrará elevarse cuando cabalgue la ola de las oscuridades camboyanas de APOCALYPSE NOW hacia las iluminaciones tarzanescas de ADIOS AL REY o se retrotraiga a la bárbara seguridad de CONAN (abuelo del ya mentado pirata danés y de todos los demás –como Roy Batty será su último heredero en el umbral del penúltimo Apocalipsis-).

Hace unos meses leí por primera vez en castellano LA REBELION DE ATLAS (cuya lectura en inglés ya había hecho en 2003 y me dio pie a esta reflexión). Y una vez más comprendí por qué si uno se siente tan identificado con los escenarios randianos no puede nunca sentirse vinculado a alternativas políticas terrenales, porque todas están marcadas por las tramposas desnaturalizaciones con que Thompson pretende tentar a Galt en LA REBELION DE ATLAS en aras de un falaz y envenenado pragmatismo. Ahora nuevas voces desde el mundo tribunicio y aspirante a la alta gestión institucional vuelven a usar el nombre de Rand ¿de nuevo en vano? El tiempo lo dirá.

Lo único verdaderamente claro es que Ayn Rand sólo tiene sentido como viaje sin retorno, sin guardar la ropa, para quienes somos inasequibles al pragmatismo y a la adecuación en períodos de decadencia terminal.