lunes, 11 de julio de 2011

EL MAL

«El mal que vemos por todas partes en el mundo bajo forma de desdicha y de crimen es un signo de la distancia a que nos encontramos de Dios. Pero esa distancia es amor y, en consecuencia, debe ser amada. Ello no quiere decir que haya que amar el mal, sino que hay que amar a Dios a través del mal. Cuando un niño rompe jugando un objeto valioso, la madre no ama el hecho de la destrucción, pero si más tarde su hijo se va lejos o muere, pensará en ese accidente con una ternura infinita pues sólo ve en él una de las manifestaciones de la existencia de su hijo. Es de esta manera, a través indistintamente de todas las cosas buenas y malas, como debemos amar a Dios. En tanto amamos solamente a través del bien, no es Dios lo que amamos, sino algo terreno que designamos por ese nombre. No hay que tratar de reducir el mal al bien buscando compensaciones o justificaciones al mal. Hay que amar a Dios a través del mal que se produce, únicamente porque todo lo que se produce es real y detrás de toda realidad está Dios. Algunas realidades son más o menos transparentes, otras son completamente opacas; pero detrás de todas ellas, indistintamente, está Dios. Lo único que debemos hacer es tener la mirada orientada hacia el punto en que se encuentra, podamos o no percibirlo. Si no hubiera ninguna realidad transparente, no tendríamos ninguna idea de Dios, pero si todas las realidades fuesen transparentes, no amaríamos más que la sensación de la luz y no a Dios. Cuando no lo vemos, cuando la realidad de Dios no se ha hecho sensible en ninguna parte de nuestra alma, entonces, para poder amarle, hay realmente que salir fuera de sí. Esto es amar a Dios.» (SIMONE WEIL)