lunes, 16 de julio de 2012

EL ¿ANTI?KURTZ


Ayer por Telemadrid me topé con el gemelo inverso de Kurtz, el keseyano Bill Django, quien, en plena situación tanto geográfica como bélica como temporal idéntica a la del otro, digiere de manera muy diversa la bala de diamante que estalla en medio de la frente. No puedo decir que su reacción sea peor que la de Kurtz (más bien complementariamente yinyanesca), aunque sí la película que la refleja (tal vez en manos de un Terry Gillian la cosa habría resistido mejor en cuanto a empaque la comparanza con APOCALYPSE NOW -de cualquier manera se deja ver, sobre todo por su casting: un Jeff Bridges en pleno surfeo psicotrópico retomando esencias lebowskianas como ¿un Kurtz poseído por El Nota?, un Kevin Spacey trasunto del cienciólogo Hubbard chorreando sinuosa maldad y un George Clooney en el registro que mejor controla, como Cary Grant del nuevo milenio, ese difícil equilibrio entre la elegancia y la bufonería-). Mi corazón disfrutó del encuentro con el ¿anti?Kurtz: mi corazón de buen vasallo en busca de buen señor, siempre añorante de ser arropado por un dios de firme código y también por un dios presuntamente contrario que me sumerja en gaseosas de ácido eléctrico, pulsión apolínea y dionisíaca a un tiempo, capaz de esponjarse con la estancia final de Willard en el infierno del Mekong rodeado de cráneos en picas así como yendo en el autobús del Kesey College conducido por Neal Cassidy hasta el abismo (el mismo picado abisal, seguramente, en que Kurtz y Django se fundirán en un solo rostro, una sola sonrisa, una sola y definitiva expresión de lucidez).